Léxico: «ronna- (R) | quetta- (Q) | ronto- (r) | quecto- (q)»
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«Pero esto no se va a acabar nunca, y París tuvo que escalar el viernes hasta cotas inusitadas con dos nuevos prefijos que el lector aplicado tendrá que guardar en su fatigada memoria: ronna (mil cuatrillones) y quetta (un quintillón). Sé que suenan horribles, pero es lo que hay, y no habrá que esperar mucho para que estén no ya en el lenguaje técnico, sino en el periodístico y el coloquial, como hoy lo están mega y giga. En la próxima década el mundo va a generar un yottabyte de datos al año, por poner un ejemplo tonto. Eso daría para apilar una fila de DVD que llegara a Marte, al menos en ciertas épocas del año, ya que Marte se mueve mucho. Nuestro castigado planeta, por otro lado, pesa cerca de un ronnagramo. Los de París también han añadido dos prefijos por abajo, para las cantidades muy pequeñas: ronto (una milcuatrillonésima) y quecto (una quintillonésima). La masa del electrón, por ejemplo, es en torno a un quectogramo. Los químicos se manejan bien en estas escalas astronómicamente pequeñas. Los demás tendremos que adaptarnos o perecer, como dicta la ortodoxia darwiniana. Es difícil oponerse a estos neologismos, pero no imposible. Yo mismo tengo una objeción. La Conferencia General de Pesos y Medidas tiene una tarea más urgente que inventar palabras, que es la de armonizarlas entre culturas. Todas las cifras que he dado están en la notación hispanohablante, o “escala larga” en la jerga. Los países anglosajones utilizan la “escala corta”, donde un giga no son mil millones, sino un billón; donde un tera no es un billón, sino un trillón; donde un cuatrillón se llama septillón, y donde los nuevos ronna y quetta no representan mil cuatrillones y un quintillón, sino un octillón y un nonillón» («¿Harto de megas y gigas? Prepárate», Javier Sampedro, El País, 24.11.2022, p. 12).
[Texto 17 293]